1.05.2009

Una tristeza

sigilosa en la espesura
como un fantasma aflora,
me arrastra a la hoja
vestida de blanco,
donde en un laberinto de letras,
se confunden los sentidos.

Su delirio nubla el cielo,
el sol se apaga
y las estrellas se funden,
la oscuridad gobierna al transeúnte,
llevándolo al recreo de su ciénaga.

Pianos desafinados
lloran notas de hierro oxidado,
los pensamientos son pájaros
que vuelan desorientados.

El silencio grita a un mundo fracturado
cuando el tiempo se escapa del reloj,
hacia el lugar imaginado
en el que todos los momentos son eternos.